13 de marzo de 2017

[Fotogramas] Medianoche en París (2008), de Woody Allen

¿Nunca se han sentido fuera de época, como si su sentir fuera a contramano de los tiempos que corren?. Ahora bien, si tuvieran la oportunidad de vivir en otro momento de la historia, ¿cuál sería su primera opción?. La película Medianoche en París (Woody Allen, 2008), justamente, nos invita a fantasear con esa posibilidad. Gil Pender, su protagonista, se traslada al París de los años veinte y conoce a Gertrud Stein y al grupo de artistas al cual ella sirve de mecenas, mejor conocidos como la generación perdida. Mientras medito detenidamente sobre cuál sería mi "época dorada" (uno no puede apresurarse en este tipo de cosas), los invito a conocer algo más del argumento de este interesante film. 

Cartel promocional de
Medianoche en París (2008)
Gil Pender (Owen Wilson) trabaja como guionista en Hollywood, pero se considera a sí mismo como un escritor mediocre, ya que nunca ha podido terminar de escribir una novela. En el inicio de la película, se encuentra de visita en París, junto a su novia y sus suegros. Mientras que para estos últimos dicha ciudad no es más que un centro turístico donde gastar dinero, para Gil representa su lugar en el mundo. Durante sus paseos por los campos Elíseos y el museo Louvre, comienza a replantearse su trabajo y su futuro matrimonio, asimismo, recupera parte de su confianza y decide retomar la escritura de su libro. 

Sin embargo, el cambio radical de su vida llegará a partir de una serie de encuentros atípicos durante la medianoche. En ese momento, el protagonista da con un portal (en forma de un vehículo de inicios del siglo XX) que lo transporta en el tiempo hasta su "época dorada": el París de los años veinte. En sus recorridos por el pasado conocerá a los excéntricos Scott y Zelda Fitzgerald, quienes los pondrán en contacto con el selecto mundillo artístico que frecuentan. Allí conocerá a Ernest Hemingway y a Salvador Dalí, con quienes mantendrá largas y enigmáticas conversaciones; a Gertrude Stein, Pablo Picasso, Cole Porter y Luis Buñuel, entre otros.

¡Qué difícil tener que elegir sólo un momento de la historia! Después de consultarlo detenidamente con mi almohada, llegué a la conclusión de que mi "época dorada" también se sitúa en París, pero durante los años 60: Mayo Francés, existencialismo y el boom latinoamericano, que dio lugar a una de las sincronías narrativas más maravillosas de todos los tiempos y, con ella, a muchas de mis novelas predilectas. La década en la que los sueños no eran utopías, sino posibilidades.




"Bajo los adoquines, la playa"